Abián Bentor Socorro Leránoz
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Broncearse... Con cuidado

18/8/2019

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A lo largo del verano es normal y, de hecho, saludable, que tomemos el sol con cierta frecuencia. Es beneficioso para nuestra salud, ya que activa los mecanismos de numerosas reacciones físicas y químicas en el interior de nuestro organismo.

Por ejemplo, entre otras funciones, mejora la capacidad de renovación de la piel y la circulación sanguínea. Mejora y acelera la cicatrización de las lesiones. Es bueno para la síntesis de vitamina D, lo cual es fundamental para la mineralización de los huesos y de los dientes. Ayuda a prevenir y controlar el acné, así como a aumentar las defensas del organismo. También es bueno para metabolizar el colesterol y disminuir su valor en sangre. Regula la producción de melatonina (la hormona del sueño), lo que ayuda a sentirse más despierto. Y en general, es un beneficio para nuestro estado de ánimo, ya que promueve la síntesis de la serotonina, una sustancia relacionada con el bienestar.

En concreto, no es que el sol haga, por sí sólo, todas estas cosas, sino que los rayos ultravioleta que envía son los responsables de provocar reacciones físico-químicas que, a su vez, desencadenan todos estos procesos. La cuestión es: ¿cómo es esto posible? La respuesta es: por la interacción de los rayos de luz con la materia a escala molecular y atómica. Y es que los rayos UV del sol tienen la peculiaridad de que pueden chocar contra los átomos y moléculas que forman las estructuras de nuestro organismo y desencadenar determinados procesos.

Para lo que nos atañe, buscamos el efecto de “ponerse moreno”. En realidad, broncearse es una respuesta defensiva de nuestro organismo ante el exceso de rayos UV-A (longitud de onda de 380-315 nm) que llegan a nuestra piel. Dichos rayos provocan la síntesis de melanina, un pigmento natural que filtra los rayos UV-A y que otorga una tonalidad marronácea a la piel. En este sentido, las personas de piel morena o, directamente, negra, poseen mucha más cantidad de melanina que las de piel blanca, y es por ello que su protección natural frente al sol es mayor. Sin embargo, una exposición prolongada al sol puede hacer que entre en acción el efecto de los rayos UV-B (315-280 nm) e incluso UV-C y más allá (280-100 nm) que, a diferencia de los UV-A, no sólo pueden broncear o quemar ligeramente la piel, sino que son radiaciones ionizantes y, por tanto, su efecto es acumulativo. El tamaño de dichas longitudes de onda es del orden de las moléculas e incluso de los átomos sobre los que inciden, con lo que poseen la energía necesaria para expulsar electrones de los átomos (ionizar), deshacer enlaces y, en definitiva, romper moléculas, ADN, tejidos, etc, que pueden acabar por desencadenar un proceso tumoral con el paso del tiempo y la alta exposición. No en vano, los melanomas, la piel marrón acartonada de determinadas personas y muchas de las variedades de cáncer de piel son consecuencia directa de la alta exposición al sol o a los rayos UV de manera continuada. Por tanto, si bien es cierto que es bueno tomar el sol, como siempre y, como con todo, ¡¡SIN EXCESOS Y CON PROTECCIÓN!!
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Figura 1: Espectro de rangos UV. Fuente: LIT UV.
Esta entrada viene a cuento de un vídeo que he visto recientemente actualizando las asignaturas “Instrumentación Biomédica” del Máster en Telecomunicaciones e “Instrumentación Biomédica (II)” del Máster en Ingeniería Biomédica de la UPNA, y que os comparto al final. El video se grabó en 2014 y se titula “How the sun sees you”. En él, el artista inglés Thomas Leveritt nos muestra los rostros de personas de diferentes edades usando una cámara UV. Para ello, o bien la lente de la cámara está diseñada para filtrar la luz visible y únicamente ver en el rango UV, o bien simplemente se le ha acoplado un filtro UV a una cámara convencional. Se ve algo parecido a como verían las abejas, pero en escala de grises. El vídeo me llamó la atención porque muestra perfectamente el efecto de los rayos UV en la piel a medida que el tiempo pasa. Los bebés, así como las personas de piel oscura, apenas presentan efectos de luz UV. Por el contrario, las pieles más claras están todas llenas de pecas y más cuanto más nórdica es la nacionalidad. Estas pecas no son visibles a simple vista, como le ocurre a la chica de las partes inicial y final del vídeo, pero son perfectamente visibles en el rango UV y pueden, con el paso del tiempo, llegar a ser visibles a simple vista, si no se toman las precauciones adecuadas o si la piel es propensa a mostrar pecas, como le ocurre a los pelirrojos.  

Es por ello que la segunda parte del vídeo es “oye, ponte ahora gafas o crema de sol en la cara y a ver qué vemos”. ¿Qué creéis que se ve? Os dejo el intríngulis para que lo veáis. Es espectacular. A veces, a la hora de concienciarse sobre estas cosas, una buena imagen vale más que mil palabras…
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