En esta ocasión, para celebrar estas 10 primeras entradas en tlk-sos.blogspot.com, ¡¡vamos con una de biosensores, que es lo mío!! :D Una definición poco formal de biosensor podría ser: “detector de sustancias biológicas en base a bioreceptores”. En el caso de la biomedicina, las sustancias a detectar suelen ser proteínas, contaminantes orgánicos, ADN y patógenos, entre otros; mientras que los bioreceptores pueden ser anticuerpos, enzimas o cadenas de ADN, principalmente. Los biosensores cuentan con un sinfín de ventajas. Destacan por su elevada sensibilidad y selectividad, ya que están compuestos de sustancias que ya de por sí, en la naturaleza, son específicas y selectivas, como es el caso de los anticuerpos o las enzimas, que he comentado anteriormente. Además, se puede miniaturizar el detector, ya que la reacción biológica se produce independientemente del tamaño del mismo. Esto redunda, además, en una drástica reducción del coste de fabricación (y de venta) de los equipos. Uno de los aspectos más críticos a tener en cuenta sobre las variables biológicas es que están tan controladas por el cuerpo que cualquier mínima variación se considera fallo. Por poner un ejemplo, el pH normal de la sangre es 7,4. Por encima de este valor, pongamos 7,45, hay peligro de alcalosis. Pero por debajo de 7,35 hay riesgo de acidosis. Es decir, que los electrolitos que hay en la sangre se ven descompensados, con lo que comienzan los problemas de salud. Por ello, un biosensor debe ser capaz de distinguir sustancias cuyas cantidades varían muy poco entre sí y, a ser posible, en tiempo real, para conseguir dar una respuesta adecuada a lo que le está ocurriendo al paciente. Además, adecuadamente tratados, es posible que puedan servir como monitorización in situ y de forma continua con, incluso, reversibilidad en las mediciones, lo que les dará la posibilidad de ser reutilizados. Y por si no os habéis dado cuenta aún, reutilizar sensores equivale a no gastar tanto en repuestos o en nuevas adquisiciones J. Todo biosensor se compone de tres partes bien diferenciadas, en función de las cuales pueden ser clasificados (Fig. 1a). En primer lugar, tenemos la fase externa o de “reconocimiento biológico”, es decir, los bioreceptores. En este caso, según cuál sea el bioreceptor, los sensores pueden clasificarse como enzimáticos, inmunológicos, celulares/tisulares y basados en ADN o en microorganismos. Por otro lado, según su fase interna o transductora, los sensores pueden clasificarse como electroquímicos, piezoeléctricos, térmicos, mecánicos u ópticos. Esta distinción se puede realizar, dado que el paso del mundo biológico al eléctrico depende del tipo de fenómeno empleado para pasar la información de un mundo al otro. En la actualidad, un alto porcentaje de los biosensores se basa en la frecuencia de vibración de micropalancas (microcantilevers), cambios de temperatura en termistores, medición de corrientes entre electrodos o en transistores. Pero también hay una fuerte demanda de sensores ópticos basados en fibra óptica, con la que se pueden medir fenómenos como el campo evanescente, la fluorescencia o la interferometría, entre otras. Y concretamente, tal y como están yendo las cosas, la variante óptica presenta un atractivo bastante grande, ya que la fibra óptica posee propiedades bastante interesantes a la hora de introducirla en el cuerpo humano o fluidos corporales y trabajar con ella. Algo de esto estoy yo empleando en mi tesis para conseguir mis biosensores. A ver si lo consigo :D Finalmente, para conseguir que la parte biológica se fije a la transductora, se encuentra la interfase de inmovilización, que constituye el paso más importante y el más complicado a la hora de fabricar este tipo de sensores. La fijación de los componentes biológicos a los transductores debe realizarse de una forma lo más parecida posible a la que se encontraría en una situación natural, ya que sólo así se conseguirá una mayor efectividad en los bioreceptores, evitando su degradación y el consecuente mal funcionamiento del dispositivo. Para este fin, existen varias técnicas de fijación, que no vienen al caso, pero que se hacen con el objetivo de depositar los bioreceptores de forma orientada, estable y de manera que se consiga depositar homogéneamente en toda la superficie del sensor. Orientada, porque hay bioreceptores, como los anticuerpos (Y), que sólo usan la parte superior de la Y para detectar los antígenos. Por tanto, se trataría de colocarlos de manera que estuvieran con las partes funcionales disponibles. La unión tiene que ser estable, porque por lo menos hay que conseguir que no se deshaga nada más depositar los bioreceptores, o si no, no serviría de nada el sensor. Y además, de forma homogénea, porque lo suyo sería recubrir toda la superficie de detección con bioreceptores, de manera que se pudiera detectar en cualquiera de los puntos de la zona sensible. En cuanto a su campo de aplicación, los biosensores son comúnmente conocidos por sus servicios en biomedicina (generalmente, para detectar enfermedades o síntomas de determinadas afecciones). De hecho, esta aplicación ronda el 64% del mercado mundial (Fig. 1b). Pero también tienen usos industriales (alimentación y farmacia, 11%) y medioambientales (contaminantes, gases tóxicos, detección de plaguicidas, herbicidas, detergentes, etc., 13%), entre otros. En los últimos años, la I+D se ha centrado en uno de los aspectos fundamentales a la hora de fabricar biosensores, como es la miniaturización. Esto permite realizar dispositivos más pequeños con las mismas propiedades sensitivas, como ha ocurrido de manera notable en el desarrollo de medidores de glucosa. Además, a pesar de que las tecnologías no invasivas están emergiendo, la micro y la nanotecnología están irrumpiendo con fuerza en este campo. Como consecuencia de ello, las compañías han adoptado los microchips como la mejor manera de integrar los tests biomédicos en la tecnología. De entre los exámenes realizados con éxito, se encuentran los de colesterol y, sobre todo, los de diabetes. En este sentido, dada la gran proliferación de casos de niveles excesivos de azúcar en sangre a nivel mundial, la monitorización de glucosa es la aplicación más requerida, acumulando el 31,5% de las aplicaciones comerciales a día de hoy (Fig. 1.2a). Es considerable el crecimiento de nuevas tecnologías que se aplican a la detección de variables biomédicas. Sin embargo, aún se tienen que enfrentar a un mercado fuertemente competitivo y cerrado, donde las compañías grandes que patentan sus dispositivos no permiten su inclusión. Las nuevas tecnologías emergentes vienen de la mano de (Fig. 1.3):
![]() Fig. 1.3. (a) Tecnología “lab on a chip”, para el análisis de células en flujo. (b) Los microsensores de silicio son pequeñas placas madre para hacer pruebas biológicas en cada uno de los “pocillos”, que están funcionalizados para dar las reacciones deseadas. (c) La tendencia son los sensores de fibra óptica, debido a sus excelentes propiedades compatibles con los tejidos biológicos. Por último, un apunte económico. A día de hoy, el mercado de los biosensores ingresa alrededor de los 10.000 millones de dólares. Como se ve en Fig. 1.2b, se espera que la tendencia sea alcista, superando los 16.000 millones dentro de 6 años. Este dato no es exagerado, teniendo en cuenta el gran avance que se pretende realizar dentro del sector biomédico, ya que cada vez hay mayor concienciación sobre la salud de las personas. He tratado de dar una vuelta lo más resumida posible al estado del arte de los biosensores. Ya véis que se trata de algo que está a la orden del día y que, mientras de mejorar la salud se trate, se hará lo posible por conseguir mejores dispositivos. A los médicos, que no os asusten estas cosas. Aunque a la hora de tener los equipos es posible que se os explique algo de lo que hacen, en principio esto no os tiene por qué preocupar, ya que son los resultados rápidos y la posibilidad de diagnosticar rápido lo que os tiene que importar. Para saber cómo hacerlo ya estamos los frikis ;) Besos, abrazos y ¡¡hasta la próxima!! ;)
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Ahora que ya estoy capacitado para decir que soy un máster “del universo” en ingeniería biomédica, se me ha quedado una pequeña gran espina clavada, la cual sigue dándome ciertos quebraderos de cabeza. Básicamente, se trata de encontrar respuesta a la pregunta “¿Lo estamos haciendo bien en la manera que enfocamos la sanidad en España?” Mis elucubraciones han ido cada vez a más desde que he visto en el diario “El Mundo” una noticia de septiembre de este mismo año, en la que se repasan las conclusiones del “IX Informe sobre los servicios sanitarios de las comunidades autónomas”. En este informe se valoran aspectos de relevancia en un sistema sanitario, como número de camas, médicos por cada 1000 habitantes o gasto sanitario por barba. Por resumir un poco, dichas conclusiones se resumen en 2 losas difíciles de levantar, ni siquiera practicando sokatira en categoría profesional:
Suponiendo que esto sea así, es lógico que el portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, autora del informe, haya tachado esta diferencia de "desorbitada" y de "poco razonable". Pero además, profundizando un poco, si Europa recomienda 7,5 camas por cada 1000 habitantes, ninguna CA en España llega a la mitad y tampoco llegamos al 1,5 en el ratio de médicos de primaria frente a especializada. Se dice, por último, que no se han tenido en cuenta los datos de 2011 a la hora de realizar el informe. Y menos mal, porque me da que la cosa sería aún más gorda. A favor de este revuelo encontramos, además, la eterna disputa entre sanidad pública y privada. Está claro que la disponibilidad, lista de espera, servicios, maquinaria, financiación, etc, está mucho más cuidada en la sanidad privada. En mi opinión, se trata de un tema de disponibilidad económica… Se supone que el sistema nacional de salud (SNS) es de todos, es algo público y, precisamente por esto, debiera de ser algo que estuviera más cuidado y con prestaciones similares, bien sea en hospitales públicos o privados. Si se quiere una sanidad universal, lo lógico sería ser capaces de ofrecer servicios por igual a todos los ciudadanos y no discriminarlos por “disponibilidad”. Sin embargo, a pesar de las alarmas anteriores, resulta que seguimos estando a la cabeza, a nivel mundial en gestión y en prestaciones ofrecidas en nuestro sistema sanitario. No en vano, en 2010 éramos el tercer país del mundo en sanidad. Así que todo el mundo mira cómo se están haciendo las cosas en España, porque la longevidad que conseguimos es relativamente alta, tenemos buenos servicios y de calidad y llegamos a todo el mundo que quiera ser atendido. Bueno, esto era hasta ahora. Por fín. Ya era hora de evitar tanto mangoneo… Desde mi propia experiencia como principiante en el tema, os diré que, gracias al Máster Universitario en Ingeniería Biomédica que he cursado y a opiniones de médicos, residentes y aprendices de otros lugares de España, he podido ver que las tecnologías que existen a día de hoy para procesar imágenes y señales biomédicas y la instrumentación usada en los hospitales son punteras o, como mínimo, buenas. Sin embargo, sus médicos ya no saben qué hacer para que se les haga caso y conseguir mayor financiación, mayor número de profesionales, camas y medicamentos o pedir que la gestión vaya mejor, sobre todo el reducción de las listas de espera (desesperante) y en inversión en equipamiento de diagnóstico/terapia de precisión. Viendo todo este panorama, como mínimo, uno se descoloca. Por un lado, hay encuestas que nos ponen, con perdón de la expresión, “de culo, cuesta abajo y sin frenos”. Por otro lado, el mundo mira con interés cómo se están haciendo las cosas en España. Y por otro, los que realmente saben lo que está pasando, dividen su argumentación en función de los adjetivos “público” y “privado”. Además, en cuanto a los casos de Valencia y Madrid, las cifras que se dan serán malas, pero sin embargo, hay hospitales de referencia a nivel nacional e internacional, como el Gregorio Marañón, el 12 de Octubre o la Fé. Quizás la gestión no sea tan “fácil” como, todo hay que verlo, las ciudades pequeñas del País Vasco y Navarra, pero sí que hay buenos hospitales y punteros en investigación y tratamientos (recordemos que somos punteros en cirugía estética y cardiovascular y que fuimos de los primeros en reconstruir totalmente una cara). Otra cosa es que haya decisiones, principalmente de calado político, que no estén en concordancia con lo que realmente está haciendo falta. ¿En qué quedamos, entonces? Vengan de donde vengan las encuestas realizadas y las diferentes opiniones, está claro que nunca va a llover a gusto de todos. Pero si a nivel internacional se nos está considerando y aquí, aunque nos quejemos, vamos medianamente bien y la gente no se nos muere de camino al hospital, creo que lo que habría que hacer es trabajar e incentivar que el entramado sanitario en nuestro país fuera un pilar fundamental de nuestra economía. Muchas acciones, principalmente las económicas, podrían venir desde la política. Pero claro, los aludidos no estarían de acuerdo porque no va en beneficio de sus bolsillos personales. Sin embargo, juntos, medicina e ingeniería podríamos comenzar ese proceso de mejora ostensible en la calidad de nuestro sistema sanitario. En las siguientes líneas esbozo alguna cosa que se podría hacer, desde mi punto de vista, para mejorar esta situación. Tras las visitas realizadas en el contexto del mencionado máster, me ha quedado bastante claro que los médicos consideran crucial estar a la vanguardia de las técnicas de actuación sobre los pacientes. Debe de ser frustrante ver que te estás jugando la salud o la vida de una persona por no usar tecnología puntera o, al menos, mínimamente suficiente para poder diagnosticar o actuar con precisión. Aquí hay que conjugar, obligatoriamente, el verbo “invertir”. Invertir sobre todo públicamente, ya que la sanidad privada ya tiene quién la pague. Y pensar que si no se puede adquirir un equipo de alta tecnología para cada hospital, se pueden poner fondos comunes para poder tenerlo para varios. En mi opinión, muchas de las no-inversiones que se están realizando son debidas a que todos queremos tener de todo. ¿Por qué no hacer, de una vez, un plan nacional de salud, donde pongamos todo el potencial de la sanidad en España y dispongamos de equipamiento bueno entre todos? Pero claro, esto no depende de los ingenieros y médicos… Otra de las frases típicas de un hospital, en palabras de los facultativos, es: “bastante trabajo tenemos con tratar de curar a la gente”. Es verdad que tienen que estar al tanto de las nuevas tecnologías, pero ellos se dedican a curar, no a mirar catálogos de equipamiento para ver qué compran. Son ellos los que saben lo que necesitan y los ingenieros los encargados de dárselo. De nada sirve comprar un equipo de último modelo de la marca X con todas las chorradas que pueda contener, si luego, en la práctica diaria, no se va a usar porque es difícil de manejar o no se interpretan correctamente sus resultados. Esto es dinero y tiempo perdido para los contribuyentes y no responde a la necesidad creada. Por tanto, creo que los ingenieros tendríamos que estar al servicio de la demanda médica e ir directamente a los hospitales a hablar con ellos. Y, en función de las necesidades, tratar de asesorar sobre lo que puede convenir o no. Simplemente con uno o dos ingenieros/técnicos encargados de la gestión y mantenimiento de equipos por disciplina o área bastaría, ya que serían los encargados de dar entrada a lo estrictamente necesario. Se gastan 2 nóminas, pero se gana en calidad de servicio y en costes a posteriori. Pero es que además, esto es una pescadilla que se muerde la cola. Y os pongo un ejemplo para ilustrarlo. Si en nuestra empresa vendemos un producto que responda a unas necesidades reales del sistema sanitario y que, además, tenga un adecuado servicio de mantenimiento, el hospital cliente va a ser bueno en sus diagnósticos/pruebas/terapias y, además, será el primero en pedirnos más productos para otros fines. Y, aunque sea por el boca a boca, los resultados se irán pasando de hospital en hospital. Y eso repercutirá positivamente en los beneficios de la empresa. Más incluso que si vendemos algo que sea para “quitarnos el muerto” por ganar dinero y que luego se encierre en el trastero. Tecnología fiable y ajustada a las necesidades, con un coste razonable y un mantenimiento bueno de los equipos. Esa es la base del negocio del instrumental médico. Pero claro, las multinacionales están de por medio. Es curioso ver cómo, según qué contratos realizados con las multinacionales, son tan cerrados que únicamente se puede recurrir a ellas para instalar y mantener los equipos, al coste que les dé la gana y pagando religiosamente dietas, desplazamientos, mano de obra, etc, etc. Total para, posiblemente, según el técnico que hemos contratado, tener que arreglar únicamente un cable o un tornillo. En tono sarcástico, ¿esto no podría arreglarse llamando, por ejemplo, al ferretero de la esquina? Si puede existir un arreglo que lo pueda hacer cualquiera, ¿por qué ha de obligarse a acudir a las grandes empresas? Al ferretero le va a dar igual la tecnología existente dentro del equipo. Únicamente ajustará el tornillo y punto. Abramos el mercado, que bastante ganan ya las multinacionales… Y para incentivar más aún el emprendimiento, existe una solución muy interesante basada en el lema: “inversión pública para beneficio público”. Aunque algunos no quieran admitirlo, en la universidad pública española tenemos la suerte de poseer un gran potencial investigador. Y también se pueden hacer cosas desde la universidad, simplemente llamando a la gente adecuada. En concreto, se da el caso de un grupo de investigadores de la Universidad Pública de Navarra que son capaces de, por ejemplo, crear algoritmos que retiran el ruido que aparece en las señales cerebrales del sueño, con el fin de tenerlas limpias a la hora de procesarlas. Si luego se les aplica otro algoritmo de reconocimiento de patrones, se podría discernir, de una tacada, un montón de anomalías existentes en las señales cerebrales durante las fases del sueño, detectando así determinados patrones de enfermedades. Y lo mejor es que se podría hacer en menos tiempo y más rápido que el algoritmo propuesto por una multinacional que, básicamente, lo que hace es parchear la versión anterior del software detector y decir que han introducido mejoras, cuando en realidad no es así. Como consecuencia de ello, a pesar de pasar el algoritmo de detección de eventos por los registros de las señales de sueño, los médicos se ven obligados a meter horas para corregir los posibles fallos de detección durante el registro y hacer los informes pertinentes. Por supuesto, sin el más mínimo apoyo, ya que adquirieron en su día ese equipo y se deben a la empresa que se lo vendió. Y allá películas... Lamentable. En este caso, la solución pasaría por, simplemente, realizar una inversión en la universidad (educación) y sacar una empresa que se dedicara a mejorar este tipo de algoritmos para ahorrar tiempo y dinero a los médicos que pagamos mes a mes. Seguro que así, los costes se reducirían, ya que sería “inversión pública para un bien público”. Pero, ¿a quién corresponde decidir esto? Ya sabemos que la inversión a largo no es un fuerte en España… Igual va siendo hora de re-planteárselo. En definitiva, ¿lo estamos haciendo bien? Hombre, pues somos los terceros del mundo, pero he querido hacer ver formas de intentar alcanzar el primer puesto. Y qué casualidad que la cosa se reduzca o, al menos, comience por invertir un poco más en sanidad y educación y en hacer las cosas bien para que los colosos no se aprovechen de su prestigio, por supuesto, innegable. No soy economista ni pretendo tirar por tierra el trabajo de nadie, pero desde mi punto de vista de ciudadano medianamente especializado, hay errores que podrían subsanarse, sin más que haciendo las cosas como hay que hacerlas, y simplemente explotando los buenos recursos existentes en el país. Finalmente, quisiera comentar que estoy empezando en este mundo de la ingeniería biomédica y que, posiblemente, la cosa sea bastante más compleja que lo que yo la estoy pintando. La teoría es muy fácil y la práctica es otra cosa. Simplemente quería dar mi punto de vista actual sobre cómo está la sanidad en España y dar algunas pinceladas de lo que se podría hacer si TODO EL MUNDO arrimamos el hombro. Por supuesto, sean bienvenidas todas las opiniones al respecto, ya que así nos haremos idea de cómo está el SNS actualmente y de las mejoras que podríamos llevar a cabo. Yo me subo al carro de apostar por una sanidad pública (la privada parece que lo es…) sobresaliente en España. ¿Alguien más? Besos y abrazos!! ;) En esta ocasión, os propongo una lectura pura en la que reflejo un poco la idea que tengo sobre la labor de la ingeniería como encauzadora de la tecnología para el servicio a los médicos. Se trata de parte de la introducción de mi TFM, pero también es una opinión con la que me posiciono a favor de la colaboración entre disciplinas ;). ¡Ahí va!
Cada vez es más evidente que hoy día vivimos en la llamada “Sociedad de la Información”. La información se genera en todo lo que nos rodea y está íntimamente relacionada con el conocimiento y el desarrollo de la humanidad. Una vez adquirida, la información es digitalizada, preparada para ser transmitida en óptimas condiciones y, una vez en su destino, es capaz de generar conocimiento. El conocimiento se aprende y aplica en todos los ámbitos posibles y se obtienen datos que generan a su vez, información. Esta “pescadilla que se muerde la cola”, como se diría en castellano, o esta “realimentación”, como se diría en el argot ingeniero, es el motor de la sociedad, lo que hace que hoy día los seres humanos sean capaces de evolucionar conceptual y personalmente hablando y lo que, a pesar de que los historiadores se resistan, ha permitido pasar de la Edad Contemporánea a la Edad Tecnológica o Edad de las TIC. La información es importante en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, cuando se oye hablar del tema de la salud, nadie duda de que se trata de algo que sobrepasa la importancia, para convertirse en algo vital. Hoy en día, gracias a las posibilidades tecnológicas y los grandes avances médicos realizados en colaboración con éstas, es posible diagnosticar muchos de los fallos del cuerpo humano, tratar bastantes de ellos y obtener información de aquellas afecciones cuyo estudio es todavía temprano. Los pacientes demandan cada vez mayor información y conocimiento sobre sus enfermedades, cómo prevenirlas, cómo tratarlas o cómo curarlas. Es un derecho recogido por ley y que debe ser satisfecho en todo momento. En este sentido, tanto el colectivo médico como el ingeniero deben de estar preparados para responder a la demanda, cada vez mayor, de pacientes que esperan saber más sobre sus enfermedades para poderse curar en la mayoría de los casos. Pero esta no es una situación que deba ser abordada unilateralmente. Es cierto que los profesionales de la salud deben tener la potestad de actuar en base a los diagnósticos que se realizan. Pero también se ha de contar con la ayuda de los ingenieros para poder hacer frente, tecnológicamente, a las necesidades que desde el sector médico se crean, como pueden ser la mejora del diagnóstico precoz, la elección y eficiencia del tratamiento más adecuado, la gestión y seguimiento de los pacientes o la seguridad de los datos generados en base a los diferentes actos clínicos a los que se les somete. Por tanto, es lógico pensar que, en el futuro, el personal de los servicios de salud esté compuesto por colectivos clínicos e ingenieros, además de todo el resto de personal habitual, como se hace ya en algunos países. Los primeros se encargarán de los actos clínicos y los ingenieros se encargarán del mantenimiento, renovación, investigación y desarrollo del equipamiento adecuado para atender las necesidades que en se generen en los hospitales. Es aquí donde se ve la necesidad de encontrar profesionales del mundo de la ingeniería que sepan de la jerga y las necesidades de la medicina y que sean capaces de ofrecer la tecnología más práctica y costo-efectiva posible, con el fin de atender las demandas generadas. Es por esto que la ingeniería biomédica se postula, hoy por hoy, como una de las ocupaciones con más futuro en el mundo laboral. Desde el tratamiento, a nivel molecular, de las enfermedades hasta la gestión hospitalaria y la seguridad de los datos de los pacientes, pasando por toda la instrumentación de diagnóstico y terapia, es necesaria la presencia de personas que se dediquen a mantener y mejorar las posibilidades actuales de la tecnología, con el fin de poder aportar toda la información posible tanto al paciente como al médico, pues son los clientes en este tipo de aplicaciones. Para “aportar toda la información posible tanto al paciente como al médico”, hay que extraer la información del cuerpo del paciente y acondicionarla al mundo eléctrico, tratarla para hacerla comprensible, generar los datos y, tras ello, dependiendo de la aplicación para la que se vaya a usar, emplear el esquema más adecuado para cumplir la función de transmitir una información veraz y con todo el rigor científico que requiere la ocasión, ya que en estos temas vitales, no se puede permitir una información mal dada. Los ingenieros están para dar servicios “buenos, bonitos y baratos” a los clientes y esta es, también en este caso, su función. Pero para poder plantearse cuestiones que se aproximen a la aplicación final, lo primero que hay que hacer es saber cómo extraer la información del cuerpo humano y acondicionarla al mundo eléctrico para poder analizarla. En el caso de la medicina, este paso de acondicionamiento se realiza a través de los informes de auscultación de los médicos o bien a través de los datos obtenidos por las diferentes pruebas realizadas al paciente. El cuerpo humano posee una serie de variables que pueden ser estudiadas, con el fin de detectar anomalías que tengan que ver con su mal estado. Estas variables puede ser interesante tenerlas controladas para, o bien tener una cierta idea de su evolución (diagnóstico, pronóstico y curación), o bien aprovechar el control sobre esos datos para realizar más funciones, como ocurre con la terapia. Para disponer de datos como estos, hacen falta unos aparatos que extraigan los valores de diferentes magnitudes biológicas y los conviertan en señales eléctricas, generalmente 1s y 0s, para luego ser procesadas, convertidas en información inteligible y, posteriormente, interpretadas. Del primer paso se encargan los sensores. Prácticamente existe un sensor para cualquier magnitud física, y además, con diferentes tecnologías y en la mayoría de las condiciones posibles. Sin embargo, se sigue investigando en ello para seguir descubriendo horizontes y nuevas aplicaciones en sus campos de acción. Concretamente, dentro del campo de la biotecnología, se buscan propiedades como la biocompatibilidad, la practicidad clínica y la reducción de costes, aumentando la eficiencia y la repetitividad de las medidas. Otra de las palabras a las que se recurre mucho últimamente es “nanotecnología”. Científicamente, podría traducirse como la tecnología “nano” o tecnología de muy pequeño tamaño, puesto que “nano” es un prefijo griego que significa “una milmillonésima parte de algo” (10-9 en notación científica). Oficialmente, la nanotecnología es el “estudio, diseño, creación, síntesis, manipulación y aplicación de materiales, aparatos y sistemas funcionales a través del control de la materia a escala nanométrica, así como la explotación de sus fenómenos y propiedades”. El hecho de que con tamaños de este tipo, la materia se comporte de diferente manera y que se pueda aprovechar lo que ofrece, ha hecho que el interés por esta rama de la ciencia vaya cada vez más en aumento, abriendo un gran mundo de posibilidades con las que poder crear más tecnología. Entre las numerosas ventajas que posee esta nueva ciencia, destacan la considerable reducción de tamaño de los equipos, así como su reducción en costes, en materiales necesarios, en producción, en transporte, etc, todas atribuibles al hecho de trabajar con tamaños de átomos y moléculas. Por otro lado, existen algunos contratiempos, como las posibles intoxicaciones derivadas del trabajo con sustancias que podrían ser asimiladas por el organismo, produciendo nuevas enfermedades, la posibilidad de emplearla en ataques terroristas o nucleares… La cuestión está aún en desarrollo y, de hecho hay ya debates sobre el tema, aunque con un cierto control parece que los efectos adversos podrían paliarse en gran medida. Desde el punto de vista del avance tecnológico y científico, las posibilidades que se abren a la hora de compaginar la nanotecnología con otras disciplinas son muchas. Sin ir más lejos, en la biomedicina se está planteando la posibilidad de producir “nanobots” (robots de tamaño nanométrico) que reparen daños en los tejidos del cuerpo humano. Con ello se sentaría precedente en la cura de enfermedades como el cáncer o cualquiera que estuviera relacionada con la degeneración celular. El pequeño robot iría detectando qué células están mejor y cuales peor y a estas últimas las iría reparando en función de su patología. Si bien este trabajo no tiene unas expectativas tan trascendentales, sí que puede contribuir al desarrollo de sensores para variables biológicas propias del ser humano. A través de los conocimientos adquiridos en la carrera de este autor sobre nanotecnología, ingeniería biomédica y telecomunicaciones, se trata de aunarlos todos con el fin de obtener posibles aplicaciones que puedan ser usadas en el futuro. Espero que os haya gustado. Como siempre, dispuesto a leer vuestras opiniones. |
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septiembre 2019
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